Entre los Simios

30/12/10

Wikileaks y gobernanza democrática

Este es el post que ayer escribí para el blog de la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo (ACCD) sobre Wikileaks, gobernanza democràtica, transparencia y control de los poderes públicos por parte de la sociedad civil.
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Los últimos meses de 2010 han estado marcados por la irrupción del fenómeno Wikileaks y las filtraciones de los papeles del Departamento de Estado de los EE.UU. Más allá del innegable interés periodístico de los cables y sus contenidos, a partir de los que (¡no lo olvidemos!) la primera potencia mundial construye su relación con los otros países y el mundo, es oportuna una primera lectura en clave de gobernanza democrática y transparencia.

Uno de los objetivos estratégicos de la línea de desarrollo del Plan director de cooperación 2011-2014 de la Generalitat de Catalunya es el de derechos humanos, gobernanza democrática y fortalecimiento del tejido social. Aspectos como la participación, la inclusión, la transparencia en la toma de decisiones pública y el control democrático en los espacios donde se toman estas decisiones, resultan esenciales. El mismo PNUD revindica la importancia de la gobernanza democrática y la calidad de las instituciones y las políticas públicas para lograr el desarrollo.

Así, son necesarias unas buenas reglas del juego, y orientadas por principios democráticos, para ir implementando en todo el mundo políticas públicas socialmente justas y dirigidas a los objetivos de desarrollo humano rubricados por Naciones Unidas. Pero la calidad democrática no depende únicamente de la calidad de las instituciones: también es clave el rol de una sociedad civil empoderada y vigilante, capaz de favorecer la capacidad de renovación de los liderazgos políticos.

El episodio Wikileaks es, pues, un poco de todo esto. La criatura de Assange abre la puerta además a la transparencia y el control democrático de gobiernos que hasta ahora se creían impunes para hacer y deshacer; e invita a la sociedad civil a ejercer esta vigilancia tan necesaria para mejorar la calidad de las instituciones. Aunque hay que ver si la sociedad civil asume el reto o únicamente, como hasta ahora, se convierte en espectador curioso pero pasivo del alud de filtraciones y revelaciones, sin que nada cambie.

Además, el cablegate también nos zambulle de pleno en la realpolitik, la política de los intereses que pisotea los principios éticos; la diplomacia que dice una cosa en público y luego hace otra a escondidas, rompiendo las reglas del juego, alejándose incluso de lo que consideramos los principios democráticos. Todo esto nos enseña Wikileaks y nos muestra que el camino hacia la gobernanza democrática, para todo el mundo, el Sur y el Norte, es un camino empinado y lleno de obstáculos.

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22/12/10

Wikileaks (II)

Debate ayer en ESADE, coorganizado con El País, sobre el fenómeno Wikileaks tras el cablegate, las filtraciones de 250.000 comunicaciones del Departamento de Estado norteamericano. Seis periodistas en el escenario (Esther Vera de Cuatro, Vicente Jiménez de El País, Carles Capdevila del Ara, Vicent Partal de Vilaweb, Marta López de El Periódico y Lluís Foix de La Vanguardia) y mucha tela que cortar pese a que esta revolución del mundo de la política, la diplomacia y el periodismo apenas cumple unos meses.

El debate fue interesante y concurrido (200 personas llenaban el ESADEFórum pese al partido del Barça a escasos metros, la lluvia y a escasos cuatro días de Navidad). Hay interés y curiosidad para descifrar el fenómeno. De entrada, una afirmación de Vicent Partal que es clave: “Me preocupa que la opinión pública no se plantee que lo que sale en Wikileaks no es necesariamente la verdad”. Justo.

Los cables del Departamento de Estado son opiniones y comentarios de diplomáticos, interpretaciones de la realidad, y no LA realidad. Pueden tener intereses detrás, como por ejemplo el cable que presenta a Cataluña como la punta de lanza del yihadismo en Europa y, acto seguido, EE UU crea un cuerpo de inteligencia específico en el consulado norteamericano de Barcelona. ¿No sería precisamente lo que busca el diplomático al transmitir esa información alarmista y tremendamente exagerada? Puede ser. Así, los cables pueden ser desde errores de apreciación hasta mentiras conscientes y que persiguen un fin interesado. Hay que partir de ese punto para relativizar lo que estamos leyendo.

Pero tampoco hay que menoscabar su importancia como hacen algunos que califican al asunto de "cotilleos". No. Como apuntó Vicente Jiménez, subdirector de El País, la información del cablegate es muy relevante porque, acertada o erróneamente, esos cables que llegan al Departamento de Estado contienen la información con la que luego EE UU construye su relación con el mundo. Y al ser la superpotencia con intereses en todo el planeta, nadie duda que eso es importante.

El debate de ayer circuló demasiado, creo, por terrenos técnicos y específicamente periodísticos: que si el fenómeno es la muestra de la crisis del periodismo (Foix), que si es precisamente lo contrario porque Wikileaks necesita y utiliza al periodismo “clásico” para llegar a la ciudadanía con mensajes elaborados, contextualizados, jerarquizados (Jiménez), que si el fenómeno es irreversible (Capdevila), que si es la muestra de cómo la tecnología ha transformado al periodismo (López)...

Pese a ser periodista y, evidentemente, estar apasionado por cómo se gestiona una filtración de esta magnitud desde un períódico, eché en falta más debate sobre futurología y sobre las consecuencias sociales y políticas de las filtraciones. ¿Qué puede cambiar con Wikileaks, o con el que venga detrás? ¿Qué pasará con la diplomacia, con unas sociedades occidentales amuermadas en unas democracias formales que ahora quedan al descubierto, que engañan, manipulan, mienten a la opinión pública una y otra vez? ¿Reaccionará la ciudadanía o todo quedará como un episodio más, uno más, del descrédito de nuestras clases dirigentes?

¿Se profundizará en algo que organizaciones pro derechos humanos como Amnistía Internacional reclaman a voces: que los gobiernos (todos, no sólo los del eje del mal...) deben rendir cuentas si vulneran derechos humanos, debe acabarse con su impunidad. Lo que revela Wikileaks es, precisamente, eso. Que los gobiernos se creen (son) impunes. Y por eso actúan como actúan. Manteniendo una guerra (Afganistán) que nadie se cree o obstaculizando a la justicia en un asunto incómodo entre aliados (la muerte del cámara Couso en Irak), por ejemplo. Leer más...

Ahora hay (¿habrá?) más transparencia porque el vigilante está vigilado. Es un paso más. ¿Pero seguiremos moviéndonos en la impunidad? ¿Pueden hacer algo la ONU, o la Corte Penal Internacional? Si no es así, lo de Wikileaks quedará como una curiosidad pero no como una herramienta realmente transformadora. Uno de sus lemas “We Open Governments”, ¿se quedará en palabras o hechos? ¿Profundizaremos nuestras democracias o seguiremos con la mentira y la doblez? Por ejemplo, de auténtico escándalo el caso español, en temas como el Sáhara, Couso, la connivencia con las grandes corporaciones de EUA en el tema de las descargas de Internet...

Finalmente, un apunte sobre El País. Que coorganizó el acto y, claro, aprovechó para el autobombo. No me gustó demasiado la actitud un tanto sobrada de su subdirector. Porque, al fin y al cabo, El País (y lo reconoció el mismo Jiménez) únicamente se limita a hacer su trabajo, recibe una información de una fuente y la procesa, la trata, para hacérsela llegar a sus lectores. El viejo periodismo de hace 200 años. Assange llama a El País y le ofrece la información, la bomba, el scoop, el tesoro... ¿Dónde está el mérito de El País, más allá de hacer bien su trabajo? Es nulo. Es más, puede ser hasta polémico porque en el magma de los 250.000 cables, El País selecciona aquelles que cree más “interesantes, relevantes”. Bien. ¿En base a qué intereses? ¿Los de la ciudadanía o los de su periódico-conglomerado empresarial?

Todos sabemos lo que hay detrás de EL PAIS y como en los últimos años la deriva informativa del periódico (¿su crisis?) y el sesgo de muchas de sus secciones (como Internacional, por ejemplo) tiene que ver mucho más con intereses empresariales y de negocio que con la función social del periodismo. Nada hace pensar que con el caso Wikileaks vaya a ser distinto y El País ejerza ahora de ONG samaritana que sólo difunde la verdad pensando en la calidad de nuestras democracias y en el progreso de la humanidad. No nos engañemos, maravillados por los secretos revelados, El País nos contará lo que quieran contarnos, y lo otro se lo guardarán en el cajón a ver si queda oculto entre el magma de los 250.000 cables encriptados. Insisto, no me gustó demasiado la actitud de El País en el debate. Ciertamente les tocó la lotería, pero ya está. No es de recibo sacar pecho de esa manera. Más humildad.

Lluís Foix de La Vanguardia reclamó hasta dos veces a Vicente Jiménez que cuando leeríamos algo en El País sobre los bancos (Assange y Wikileaks han confirmado que hay informaciones de este tipo). Silencio en El País. Prefieren hablar de Chávez y su proselitismo bolivariano salud mediante. Será que, según El País, es más relevante lo que pasa en Venezuela que lo que les pasa a las grandes corporaciones bancarias que han sumergido al mundo en una crisis financiera y económica de alcance global. Bueno, es su respetable y lícita opción, claro. Pero que conste en acta y, cómo decían Chomsky y Ramonet, que no nos vendan la moto.

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21/12/10

Compra solidaridad

El Roto en EL PAIS, hoy

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2/12/10

Wikileaks

Cosas que me gustan de wikileaks: desafía y retrata al poder; nos muestra lo que nadie quiere que sepamos o veamos; destapa verdaderos abusos de la realpolitik, la sucia, la que existe y nunca vemos tras el maquillaje y filtro de los poderes fácticos. Avergüenza (o debería avergonzar) a quién domina o cree dominar el mundo. Demuestra que las denuncias de organizaciones pro derechos humanos están en lo cierto, sobre todo en lo referente a la Guerra (sucia, sucísima...) contra el Terror liderada por EEUU y sus "aliados" (nunca mejor dicho tras las sorprendentes revelaciones del caso Couso en España, aquí no hi ha un pam de net, como decimos en catalán, y nadie se salva de la quema pública...)

Cosas que no me gustan: un cierto divismo de Julian Assange, y una sensación de "soy el rey del mambo" que no ayuda en nada a la credibilidad-sinceridad-simpatía del proyecto entero. ¿Falta humildad?

Contrariamente, que le pueda pasar "algo" al tipo o a wikileaks, que ya tiene a todo los poderes del mundo en su contra, que rezan para su cierre, volatilización o silenciamiento. Hoy alguien tuiteaba que el caso wikileaks y el acoso y la persecución desatada le recordaba a la película "El Jardinero Fiel", que ya conocemos cómo terminaba... Terrible la caza al hombre que se ha destapado sin complejos en las últimas horas: peticiones de pena de muerte, recompensas del tipo "wanted dead or alive". Y nadie se escandaliza.

Que wikileaks sea abanderado de la transparencia y luego trabaje, como en la última filtración del CableGate, con exclusivas y medios elegidos, 5 de los grandes: EL PAIS, Le Monde, The Guardian, Der Spiegel y NY Times . ¿Los utiliza y se sirve del sistema? ¿Se ríe de ellos? ¿O cae en su propia trampa y juega al juego de los grandes medios y grupos de comunicación, cómplices de todo lo que está pasando? No lo tengo claro, pero en todo caso no me parece muy coherente filtrar a unos y no a otros. Si difundes, hazlo a lo grande, juega con el grande y con el pequeño.

Que en su locura por las filtraciones se olvide que revelando nombres y datos de particulares pueda poner en peligro la vida de personas. Igual para conocer el fondo de la cuestión no hay que llegar hasta estos detalles que comprometen la integridad de determinadas personas. Esto lo ha denunciado Amnistía Internacional. Es mejor ser prudente que ir a saco cuando puede haber vidas en juego.

En cualquier caso, es apasionante lo que está ocurriendo con wikileaks. Es la revolución que muchos auguraban con la explosión de las nuevas tecnologías. Es hacer saltar por los aires el control de la información por parte de los poderes y el establishment. Es cambiar el mundo, no únicamente hacer saltar los colores a los gobernantes. Es presionar para que cambien su modelo de actuación. Si siguen así, está clarísimo que no hay buenos y malos como nos venden. Hay malos malísimos por todos partes, y eso es lo que revela wikileaks.

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