Entre los Simios

22/12/10

Wikileaks (II)

Debate ayer en ESADE, coorganizado con El País, sobre el fenómeno Wikileaks tras el cablegate, las filtraciones de 250.000 comunicaciones del Departamento de Estado norteamericano. Seis periodistas en el escenario (Esther Vera de Cuatro, Vicente Jiménez de El País, Carles Capdevila del Ara, Vicent Partal de Vilaweb, Marta López de El Periódico y Lluís Foix de La Vanguardia) y mucha tela que cortar pese a que esta revolución del mundo de la política, la diplomacia y el periodismo apenas cumple unos meses.

El debate fue interesante y concurrido (200 personas llenaban el ESADEFórum pese al partido del Barça a escasos metros, la lluvia y a escasos cuatro días de Navidad). Hay interés y curiosidad para descifrar el fenómeno. De entrada, una afirmación de Vicent Partal que es clave: “Me preocupa que la opinión pública no se plantee que lo que sale en Wikileaks no es necesariamente la verdad”. Justo.

Los cables del Departamento de Estado son opiniones y comentarios de diplomáticos, interpretaciones de la realidad, y no LA realidad. Pueden tener intereses detrás, como por ejemplo el cable que presenta a Cataluña como la punta de lanza del yihadismo en Europa y, acto seguido, EE UU crea un cuerpo de inteligencia específico en el consulado norteamericano de Barcelona. ¿No sería precisamente lo que busca el diplomático al transmitir esa información alarmista y tremendamente exagerada? Puede ser. Así, los cables pueden ser desde errores de apreciación hasta mentiras conscientes y que persiguen un fin interesado. Hay que partir de ese punto para relativizar lo que estamos leyendo.

Pero tampoco hay que menoscabar su importancia como hacen algunos que califican al asunto de "cotilleos". No. Como apuntó Vicente Jiménez, subdirector de El País, la información del cablegate es muy relevante porque, acertada o erróneamente, esos cables que llegan al Departamento de Estado contienen la información con la que luego EE UU construye su relación con el mundo. Y al ser la superpotencia con intereses en todo el planeta, nadie duda que eso es importante.

El debate de ayer circuló demasiado, creo, por terrenos técnicos y específicamente periodísticos: que si el fenómeno es la muestra de la crisis del periodismo (Foix), que si es precisamente lo contrario porque Wikileaks necesita y utiliza al periodismo “clásico” para llegar a la ciudadanía con mensajes elaborados, contextualizados, jerarquizados (Jiménez), que si el fenómeno es irreversible (Capdevila), que si es la muestra de cómo la tecnología ha transformado al periodismo (López)...

Pese a ser periodista y, evidentemente, estar apasionado por cómo se gestiona una filtración de esta magnitud desde un períódico, eché en falta más debate sobre futurología y sobre las consecuencias sociales y políticas de las filtraciones. ¿Qué puede cambiar con Wikileaks, o con el que venga detrás? ¿Qué pasará con la diplomacia, con unas sociedades occidentales amuermadas en unas democracias formales que ahora quedan al descubierto, que engañan, manipulan, mienten a la opinión pública una y otra vez? ¿Reaccionará la ciudadanía o todo quedará como un episodio más, uno más, del descrédito de nuestras clases dirigentes?

¿Se profundizará en algo que organizaciones pro derechos humanos como Amnistía Internacional reclaman a voces: que los gobiernos (todos, no sólo los del eje del mal...) deben rendir cuentas si vulneran derechos humanos, debe acabarse con su impunidad. Lo que revela Wikileaks es, precisamente, eso. Que los gobiernos se creen (son) impunes. Y por eso actúan como actúan. Manteniendo una guerra (Afganistán) que nadie se cree o obstaculizando a la justicia en un asunto incómodo entre aliados (la muerte del cámara Couso en Irak), por ejemplo. Leer más...

Ahora hay (¿habrá?) más transparencia porque el vigilante está vigilado. Es un paso más. ¿Pero seguiremos moviéndonos en la impunidad? ¿Pueden hacer algo la ONU, o la Corte Penal Internacional? Si no es así, lo de Wikileaks quedará como una curiosidad pero no como una herramienta realmente transformadora. Uno de sus lemas “We Open Governments”, ¿se quedará en palabras o hechos? ¿Profundizaremos nuestras democracias o seguiremos con la mentira y la doblez? Por ejemplo, de auténtico escándalo el caso español, en temas como el Sáhara, Couso, la connivencia con las grandes corporaciones de EUA en el tema de las descargas de Internet...

Finalmente, un apunte sobre El País. Que coorganizó el acto y, claro, aprovechó para el autobombo. No me gustó demasiado la actitud un tanto sobrada de su subdirector. Porque, al fin y al cabo, El País (y lo reconoció el mismo Jiménez) únicamente se limita a hacer su trabajo, recibe una información de una fuente y la procesa, la trata, para hacérsela llegar a sus lectores. El viejo periodismo de hace 200 años. Assange llama a El País y le ofrece la información, la bomba, el scoop, el tesoro... ¿Dónde está el mérito de El País, más allá de hacer bien su trabajo? Es nulo. Es más, puede ser hasta polémico porque en el magma de los 250.000 cables, El País selecciona aquelles que cree más “interesantes, relevantes”. Bien. ¿En base a qué intereses? ¿Los de la ciudadanía o los de su periódico-conglomerado empresarial?

Todos sabemos lo que hay detrás de EL PAIS y como en los últimos años la deriva informativa del periódico (¿su crisis?) y el sesgo de muchas de sus secciones (como Internacional, por ejemplo) tiene que ver mucho más con intereses empresariales y de negocio que con la función social del periodismo. Nada hace pensar que con el caso Wikileaks vaya a ser distinto y El País ejerza ahora de ONG samaritana que sólo difunde la verdad pensando en la calidad de nuestras democracias y en el progreso de la humanidad. No nos engañemos, maravillados por los secretos revelados, El País nos contará lo que quieran contarnos, y lo otro se lo guardarán en el cajón a ver si queda oculto entre el magma de los 250.000 cables encriptados. Insisto, no me gustó demasiado la actitud de El País en el debate. Ciertamente les tocó la lotería, pero ya está. No es de recibo sacar pecho de esa manera. Más humildad.

Lluís Foix de La Vanguardia reclamó hasta dos veces a Vicente Jiménez que cuando leeríamos algo en El País sobre los bancos (Assange y Wikileaks han confirmado que hay informaciones de este tipo). Silencio en El País. Prefieren hablar de Chávez y su proselitismo bolivariano salud mediante. Será que, según El País, es más relevante lo que pasa en Venezuela que lo que les pasa a las grandes corporaciones bancarias que han sumergido al mundo en una crisis financiera y económica de alcance global. Bueno, es su respetable y lícita opción, claro. Pero que conste en acta y, cómo decían Chomsky y Ramonet, que no nos vendan la moto.

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