Entre los Simios

22/10/10

Morir por contar

Cuatro años atrás, el 7 de octubre de 2006, la periodista Anna Politkovskaya recibe dos disparos, uno en el pecho, otro en la cabeza, en el ascensor del edificio de apartamentos del centro de Moscú donde vive.

Una mujer valiente, que había afrontado muchas situaciones peligrosas y había sido hostigada una y otra vez, es disparada cobardemente tras volver de la compra en el supermercado. Anna preparaba un reportaje sobre las torturas sistemáticas y los abusos del ejército y las autoridades en Chechenia, la versión putiniana de la War on Terror global.

En 2008, tres hombres acusados de implicación en su asesinato se enfrentan a un tribunal en Moscú. Pero el juicio arranca con un escándalo: el juez anuncia que los miembros del jurado han pedido que la vista sea a puerta cerrada, aunque posteriormente una de estas personas declara a la emisora independiente Ekho Moskvy que nadie del jurado teme un juicio abierto.

¿Quién miente? ¿Y por qué? ¿Alguien teme el escrutinio público? ¿Temen las respuestas o más bien las preguntas?

En febrero de 2009, los tres sospechosos son liberados, sin pruebas de su culpabilidad y relación con el asesinato, y el Tribunal Supremo ruso ordena una nueva investigación del asesinato. Un año y medio más tarde, la nueva investigación todavía no ofrece ningún resultado. Cero.

Desde entonces, muchos más periodistas y defensores de derechos humanos han sido asesinados en Rusia, como la chechena Natalya Estemirova en 2009. Otros viven bajo la permanente amenaza y el miedo.

Más de 300 (!!) periodistas han muerto o desaparecido en Rusia desde 1991, en apenas 20 años y bajo un régimen aparentemente democrático. Rusia se convierte, junto con Iraq, México o Colombia, en uno de los países del mundo más peligrosos para contar lo que pasa e informar.

Impunidad frente a justicia. Desgraciadamente, lo de siempre.

**La imagen de este apunte es de Periodistas de Género

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