Miedo al payaso peligroso
Israel ha deportado a España al payaso gallego Iván Prado, del colectivo Pallasos en Rebeldia, desde el aeropuerto de Tel Aviv, al que había volado con la idea de desplazarse luego a los Territorios Palestinos Ocupados.
Prado estaba realizando una peligrosísima misión que comprometía la "seguridad nacional" de Israel, según rezan los argumentos de su expulsión: preparaba el Festiclown Palestina 2010, a celebrarse (o no) a finales de octubre en Cisjordania. El programa del certamen prevé contar con actuaciones, visitas a campamentos de refugiados, acciones artísticas contra el muro, talleres, galas y encuentros. Entre sus escalofriantes objetivos: paliar las consecuencias psicológicas de una guerra interminable; fomentar las artes circenses como alternativa psicológica y social y capacitar a agentes sociales en las técnicas de la risoterapia. Todo ellos auténticas armas de destrucción masiva, como cualquier lector o lectora inteligente percibirá.
Hace tres años en Nablús (Cisjordania) asistí a un espectáculo para niños de unos payasos de Jericó, que habían cruzado checkpoints y múltiples controles militares israelíes para hacer reír durante un par de horas a los chavales. Los payasos relataban riéndose su odisea, un viaje de seis horas sin queja alguna, únicamente para arrancar las sonrisas a los niños del campo de refugiados de Askar. Para ellos el viaje valió la pena. Aunque también lloraron (lloramos todos) porque esa noche una incursión israelí mató a un jóven del campo, primo de uno de los monitores del centro juvenil que contrató a los payasos.
Yo vi que la risa es muy importante para las niños y los niños palestinos. Porque olvidan su dura situación, porque escapan de un entorno violento, porque es terapéutica. Porque son niños, joder...
Que Israel impida a un payaso hacer de payaso es lo máximo. Un país que hace eso, evidentemente perdió el sentido del humor, o quizás ya nació sin él en 1948. Un país que prohibe la risa está perdido y no tiene futuro. Porque sin risa y sin sentido del humor, no se va a ninguna parte, amig@s. Y menos aún se gana una guerra...
Prado estaba realizando una peligrosísima misión que comprometía la "seguridad nacional" de Israel, según rezan los argumentos de su expulsión: preparaba el Festiclown Palestina 2010, a celebrarse (o no) a finales de octubre en Cisjordania. El programa del certamen prevé contar con actuaciones, visitas a campamentos de refugiados, acciones artísticas contra el muro, talleres, galas y encuentros. Entre sus escalofriantes objetivos: paliar las consecuencias psicológicas de una guerra interminable; fomentar las artes circenses como alternativa psicológica y social y capacitar a agentes sociales en las técnicas de la risoterapia. Todo ellos auténticas armas de destrucción masiva, como cualquier lector o lectora inteligente percibirá.
Hace tres años en Nablús (Cisjordania) asistí a un espectáculo para niños de unos payasos de Jericó, que habían cruzado checkpoints y múltiples controles militares israelíes para hacer reír durante un par de horas a los chavales. Los payasos relataban riéndose su odisea, un viaje de seis horas sin queja alguna, únicamente para arrancar las sonrisas a los niños del campo de refugiados de Askar. Para ellos el viaje valió la pena. Aunque también lloraron (lloramos todos) porque esa noche una incursión israelí mató a un jóven del campo, primo de uno de los monitores del centro juvenil que contrató a los payasos.
Yo vi que la risa es muy importante para las niños y los niños palestinos. Porque olvidan su dura situación, porque escapan de un entorno violento, porque es terapéutica. Porque son niños, joder...
Que Israel impida a un payaso hacer de payaso es lo máximo. Un país que hace eso, evidentemente perdió el sentido del humor, o quizás ya nació sin él en 1948. Un país que prohibe la risa está perdido y no tiene futuro. Porque sin risa y sin sentido del humor, no se va a ninguna parte, amig@s. Y menos aún se gana una guerra...
Etiquetas: Guerra y paz
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