Entre los Simios

31/1/11

Hipocresía

Como es lógico, mucho se está escribiendo estos días sobre las revoluciones de Túnez y Egipto. Está claro que algo se mueve en el mundo árabe, tras décadas de inmovilismo y represión.

Algunos analistas impacientes se lanzan alegremente a felicitar los cambios sin que, por el momento, esté nada claro: Ben Alí desalojado del poder, sí, pero ¿quién manda en Túnez? La oposición política sigue fuera de juego, los militares toman el control y los restos del partido de Ben Alí siguen en el poder.

En Egipto, parecido. Con la enorme diferencia de que por el momento Mubarak parece que no se da por aludido. Cambia ministros pero se aferra a la silla. El ejército controla las calles y la multitud no ceja en reclamar su objetivo final: echar al dictador. El-Baradei, el extranjero que gusta a Occidente y a Israel pero pocos conocen en Egipto, se pasea por las calles en un intento un tanto patético de cooptar una protesta que no tiene (¿quiere?) cara ni líderes y que no sabe a dónde va.

¿Y el mundo? ¿Nuestro mundo occidental? Pues como es habitual, escenificando una mezcla de miedo, prudencia, incredulidad e hipocresía. Israel no esconde su opción: Mubarak es amigo y su caída puede desestabilizar al Estado árabe clave de la región (y fronterizo con Israel). Es decir, sin reconocerlo abiertamente, pero Israel prefiere una dictadura como la actual a un Egipto desconocido que quizás podría cambiar su posición en el eterno conflicto entre Israel y Palestina, una posición que, recordando el rapapolvo del 67, ahora es cero. Nada nuevo bajo el sol.

¿Y Obama? ¿Y Sarkozy? ¿Y la UE? Sí, la UE, ese invento que juega a tener política exterior pero que en realidad no tiene. Lo de Obama es genial: resulta que EEUU, principal aliado de Mubarak, en ayuda militar sobre todo, ahora se pone de parte del pueblo y reclama “reformas” al dictador. Antes no, ahora sí. Mubarak ha sido bueno para EEUU durante 30 años. Y ahora ya no. Hay más, sigue leyendo...

Sarkozy en Túnez, aún peor. Ben Alí, protegido histórico de Francia... El Túnez de Ben Alí, paraíso de las empresas francesas deslocalizadas y de las recetas liberalizadoras del FMI... Ahora tampoco sirve. Y claro, la Francia democrática borra de un plumazo 25 años de dictadura feroz (las torturas y persecuciones a defensores de derechos humanos son bien conocidas en suelo francés, que acoge a numerosos exiliados) y ahora reclama democracia, libertades y apertura política.

Eso sí, pasando de puntillas por el grotesco espectáculo de su ministra, que en los primeros momentos de las protestas populares contra Ben Alí ofreció el asesoramiento de la policía francesa al dictador para sofocar la revuelta. “Para salvar vidas”, dijo luego. Ya. Carlos Enrique Bayo en Público lo clava: “Sólo ahora, cuando las revueltas populares contra la injusticia y la pobreza destronan a esos déspotas, Occidente recobra la memoria de sus olvidados principios democráticos”. ¿Pero es que alguien se lo cree de verdad? Un espectáculo esperado, para que engañarnos... pero no menos bochornoso.

¿Y Europa y el Primer Mundo en general? Pues con los mercados convulsos y reclamando a gritos “estabilidad” y superar la “inquietud política” en los países norteafricanos. Eso, en una revolución, es complicado, amigos del FMI... Como cuenta Marco Schwartz también en Público, existe una “brecha extraordinaria” (…) “entre las expectativas de los mercados y las de los seres humanos”. Los mercados, esos entes, viven en un mundo irreal que, por suerte, de vez en cuando les suelta un sopapo en la cara para que aterricen.

Finalmente, una reflexión para los asustadizos. Que si ahora van a venir los islamistas, que si para Occidente es mejor lo que había que lo que vendrá... Es miserable y egoista pensar así. Lo que tenga que venir, vendrá, y no sabemos como será. Pero como dice Jordi Armadans en su blog, "a pesar de la pureza o no de sus intenciones, y el acierto o no al gestionar lo que tiene que venir, al menos han conseguido hacer tambalear a unos dirigentes corruptos, autoritarios y represores. Dirigentes, por cierto, muy acompañados por esta Europa culta, rica y libre”.

Ramón Lobo, el periodista de EL PAIS también lo tiene claro: “El miedo a los islamistas no justifica los dictadores. Las dictaduras y la falta de esperanza es lo que crea islamistas”. Así, no vale jugar al miedo y al ay, ay, ay... Siempre hay que estar del lado de la libertad. Y si eso crea problemas, pues habrá que solucionarlos. Nadie dijo que iba a ser fácil. Pero no podemos dejar que persistan estas dictaduras crueles sólo porque el mundo “rico y libre” duerme mejor y más tranquilo. Eso es hipocresía miserable.

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