Aniversario

El 14 de mayo de 1948, David Ben Gurion proclamó el Estado de Israel. Para unos, para los judíos, fue la culminación a la guerra de la Independencia. Para los árabes, fue la Nakba, la catástrofe.

El mito histórico israelí siempre ha repetido la idea de que los árabes huyeron de sus tierras por consignas de los países vecinos, porque confiaban en un regreso rápido y triunfal tras una guerra de todos los países árabes contra Israel. Pero no fue exactamente así. Hubo matanzas de árabes, como la de Deir Yasin, igual que también las hubo de judíos. Hubo un avance militar con acoso a la población por las aldeas y ciudades árabes. Hubo miedo y prisas para huir de lo que muchos árabes creyeron como una muerte segura.

Negar que Israel intentó expulsar al máximo de árabes de lo que consideraban sus tierras es negar la historia. Lo dice un historiador israelí, Ilan Pappe, que, con lucidez y franqueza, reconoce la responsabilidad israelí en la tragedia y denuncia que la historia, en Israel, en su país, se falsea: Pappe habla de desalojo y hasta de expolio hacia los árabes. Hasta que eso no se reconozca y no se repare en una paz justa para los palestinos, el conflicto seguirá y seguirá.

En Nablús tuve ocasión de escuchar a una anciana que huyó de Lod, actualmente Israel, donde ahora se levanta el aeropuerto Ben Gurion en Tel-Aviv. Su nieto le preguntó algo que su generación, la de los jóvenes, la de la segunda intifada, no entiende:

¿Por qué huistéis? ¿Por qué dejásteis nuestra tierra, nuestra casa?

Teníamos mucho miedo, dijo la abuela.

Yo no tengo miedo, afirmó su nieto, con la mirada perdida.

La abuela se calló, lo miró unos instantes, silenciosa, y cruzó sus arrugadas manos. Son los derrotados, los que huyeron. Son los perdedores de un conflicto que va a cumplir pronto 60 años. Aunque creo que en esta historia todos pierden, hasta los que a poco más de media hora de Nablús, en Israel, se creen los ganadores.