Entre los Simios

10/4/08

La hora etíope

Algo convierte a Etiopía en un país especial con una gente especial: es su particular relación con el tiempo.

Etiopía tiene su propio calendario, basado en el antiguo calendario solar egipcio. Tiene 365 días, con 13 meses de 30 días y un mes de 5 o 6 días dependiendo de si es año bisiesto. Su año nuevo empieza cada 11 de septiembre de nuestro calendario. Como llevan unos 7-8 años de retraso con el calendario gregoriano, seis meses atrás, el 11 de septiembre de 2007, Etiopía celebró el cambio de milenio: su 2000.

Es divertido ver aún en Addis los carteles de conmemoración del nuevo milenio y el Happy 2000. Me recuerda a la locura milenaria que nos invadió a todos siete años atrás... ¿Discutirán también ellos si su milenio empieza en 2000 o en 2001, como aquí? ¿Hablarán del apocalíptico efecto 2000 que casi nos paralizó de miedo y temor al colapso...? Creo que son algo más inteligentes y no pierden este tiempo tan especial y tan suyo en discusiones estériles.

Otra particularidad es la hora etíope. Con una lógica aplastante, empiezan a contar las horas del día cuando sale el sol. Así, las 6 de la mañana son las 0 horas. Las 7, la una. Las 8, las dos, y así. Cuando llegan las 18 horas nuestras y el sol se esconde, llega la noche. Son las 0 horas otra vez. Tiene su lógica.

Cuando quedas con un etíope debes especificar si la hora es ethiopian time o faranji time (la hora extranjera) porque, de lo contrario, puedes llevarte una sorpresa.

Esta obsesión por el tiempo también la cuenta Ryszard Kapucinski en El Emperador, la novela que cuenta la vida cotidiana en el palacio imperial de Haile Selassie, el Rasta Fari, el último emperador etíope, descendiente directo (decía) del rey Salomón. El polaco cuenta que Haile Selassie apenas escribía y que casi todo su despacho como emperador se limitaba a escuchar a los cortesanos y ministros, y luego transmitir órdenes orales a un tipo cuyo trabajo consistía en estar detrás del monarca y memorizar sus palabras, apenas susurradas.

Así, un día cotidiano de Haile Selassie se dividía en La hora de... Estaba la hora de los nombramientos, la hora de las conspiraciones, la hora de la caja... hasta instauró la hora del desarrollo para discutir con arquitectos, ingenieros y extranjeros la mejor receta para "desarrollar" el país.

Mientras, los comunistas estaban de cuenta atrás, para la hora de... la revolución.

Etiquetas: