Entre los Simios

27/3/08

Sobrevivir a la sequía en Etiopía

El círculo parece fácil y lógico, y así te lo cuentan. Si llueve, crece el pasto para los animales, que luego se venden en el mercado de la ciudad o se comen. Si llueve, los pequeños huertos familiares permiten cultivar zanahorias y otros pequeños alimentos. Si llueve, hasta se produce un pequeño excedente que se comercializa en el mercado local. En una agricultura enteramente enfocada a la subsistencia el agua lo es todo.

El problema de la woreda de Legambo, en la región Amhara, 12 horas al norte de Addis, es que apenas llueve desde 2006. La última gota de agua cayó del cielo más de 10 meses atrás. Ni una sola gota más en la cuenca hidrográfica de Wollelet. La pequeña estación de lluvias de enero-febrero no es tal. Ni existe.

El pasto de los animales es apenas una finísima capa verde, los animales enferman, mueren, muestran un aspecto enfermizo que no pasa desapercibido en el mercado: nadie compra esos animales. Los huertos familiares apenas dan para comer, alguna zanahoria por ahí, algo más por allí. El excedente no existe: lo poco que da la tierra yerma, sirve para alimentar a la comunidad. La presa levantada en el último año para retener el agua de la lluvia que desciende de la montaña y regar apenas 30 hectáreas de terreno, es un muro gris rodeado de tierra agrietada y rocas. Una joven se para encima de la presa, nos mira.

Vemos los resultados del proyecto de Cruz Roja. Hablamos con la gente y están satisfechos. Pero sin agua no hay vida, te cuentan. Sin agua no hay proyecto de desarrollo que sirva. Y hasta el momento, que sepamos, ni las agencias de cooperación ni las ONG pueden traer la tan ansiada lluvia. Asistimos al consejo de la comunidad, se quejan. Vemos ojos tristes, preocupados, pero dignos. Todo se reduce a una palabra: LLUVIA.

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