Entre los Simios

10/6/09

Adiós amargo al conflicto en Sri Lanka

¿Y ahora qué? Sri Lanka apareció un par de semanas atrás en los caprichosos titulares internacionales de los medios de comunicación cuando el Gobierno de Colombo aniquiló físicamente y sin ningún escrúpulo a la guerrilla tamil, y sin distinguir a la población civil. Puso fin de este modo a un sangrante conflicto de 30 años, el más antiguo de Asia. Y con un triste balance: 100.000 personas muertas, 10.000 desaparecidas y casi un millón de desplazadas.

Hasta aquí supongo que bien: un conflicto más que se termina en el mundo. Debemos alegrarnos. Pero, ¿es realmente así? ¿Y a qué precio? La eliminación física de los Tigres Tamiles y de sus comandantes no implica automáticamente la llegada de la paz y la estabilidad a la pequeña isla. Para empezar, más de 300.000 personas se hacinan desde hace un mes en el norte, en la zona de los últimos combates. Actores humanitarios como Cruz Roja y UNICEF claman al gobierno de Colombo para que se haga cargo de sus necesidades humanitarias y facilite el acceso a la población de los campos de desplazados (más de 40). Hay desnutrición, y uno de cada cinco personas que la sufren son niños.

Apenas hace un año, conversaba con Kishali Pinto Jayawardena, abogada, periodista y activista comprometida con los derechos humanos en Sri Lanka. Ella apuntaba unas reflexiones que pueden ayudar a entender la situación de posconflicto que se abre ahora en el país asiático: "El conflicto va más allá de un enfrentamiento entre una mayoría cingalesa y una minoría tamil, y está mucho más relacionado con el colapso absoluto del Estado y de sus estructuras constitucionales, un fracaso que afecta a toda la población y no únicamente a las minorías".

Kishali Pinto afirmaba que la paz pasa por dar respuesta a las demandas de autonomía de la minoría tamil, un hecho que ahora parece más lejos que nunca tras la aplastante victoria militar del gobierno de Colombo. Y apuntaba todavía otro peligro que desmonta el paisaje idílico de la posguerra que algunos desean ver: "La cultura de la violencia ha generado graves violaciones de derechos humanos: ejecuciones extrajudiciales; asesinatos políticos; ataques a informadores y a la libertad de expresión; desapariciones forzosas; detenciones arbitrarias e incomunicación de presos; ataques sexuales a las mujeres y violaciones; implicación de l’estado y grupos paramilitares en los abusos, torturas...".

¿Todo esto va a quedar desactivado ahora, tras el cese de las bombas, de un día para otro? Es como mínimo dudoso. Como en otros casos, la paz no llega inmediatamente con el cese del fuego y ahora es precisamente cuando hay que consolidarla. Así, cuestiones como la justicia, la reparación a las víctimas, la profundización democrática o el respeto a los derechos humanos deben formar parte de la agenda de Sri Lanka. El Gobierno ha acallado las bombas con más bombas pero necesita una profunda reforma de las estructuras legales y constitucionales del país para construir una paz estable, duradera, real e inclusiva con la minoría tamil que desactive cualquier tentación de retomar la vía violenta.

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